Energía es poder. Quien la produce en grandes cantidades define su destino económico y su peso geopolítico. No es casualidad que Rusia, Arabia Saudí, China, Canadá, Qatar o Estados Unidos figuren entre las naciones con más influencia: sus recursos energéticos sostienen ingresos, industria, transporte, datos… y también poder militar.
De motor histórico a marcha atrás
Estados Unidos ha sido, desde siempre, una nación energética e industrial. El carbón impulsó su Revolución Industrial. En la Segunda Guerra Mundial, su producción energética alimentó fábricas, barcos, aviones y tanques. La energía fue su ventaja.
Hoy, sin embargo, el país parece olvidar esa lección. En pleno repunte de la demanda eléctrica tras casi dos décadas de estancamiento se impulsa un retroceso en la estrategia de energía limpia, sobre todo en el suministro eléctrico. La Administración de Información Energética señala que el crecimiento llega del sector comercial (centros de datos) y del industrial (manufactura). Justo donde más necesitamos capacidad y eficiencia.
La nueva presión: IA y centros de datos
Los centros de datos no van a estabilizar su consumo, van a despegar. A medida que la IA se integra en todo, la electricidad que exige la nube se multiplica. Estimaciones recientes apuntan a que, para 2028, la proporción de electricidad destinada a centros de datos en EE. UU. podría triplicarse. Es decir, más carga para una red ya tensa.
Políticas que restan oferta y suben la demanda
Aquí está la contradicción: mientras crece la necesidad, se plantean medidas que recortan el potencial de suministro y aumentan el consumo.
Menos incentivos para eólica, solar y otras tecnologías limpias (incluidos techos solares y programas de eficiencia en hogares).
Normas de eficiencia de electrodomésticos más laxas, que empujan al alza la demanda.
Resultado previsible: más presión sobre la red y precios más altos para todos. Además, reducir la Ley de Reducción de la Inflación y los créditos a la fabricación avanzada significa menos proyectos de energía “del futuro”.
Mientras tanto, China acelera
Nuestro principal competidor, China, avanza en sentido contrario: ha dado un salto gigante en generación renovable, cumpliendo antes de tiempo sus objetivos. Produce tanta energía limpia que sus emisiones empiezan a caer. Es una estrategia coherente con una meta clara: abaratar, asegurar y descarbonizar su suministro.
Qué hacer: todo el abanico, con cabeza
Si el poder nace de la energía, la respuesta no es elegir un solo camino, sino sumar:
Nuclear, solar, eólica, hidráulica, geotérmica y baterías en red.
Eficiencia en cada eslabón: hogares, industria, transporte y datos.
Petróleo y gas como apoyo transitorio, mientras escalan las fuentes más limpias.
No se trata de ideología, sino de prosperidad y seguridad. Asegurar energía abundante, asequible y limpia es la única forma de mantener el liderazgo económico de Estados Unidos y, al mismo tiempo, evitar las peores consecuencias del cambio climático.