A finales de 2023 IBM planea tener preparados los tres pilares fundamentales de su superordenador cuántico-céntrico. El primero de ellos es el procesador cuántico Heron, un chip de 133 cúbits que, sobre el papel, aglutinará bits cuánticos de más calidad que los que incorporan los procesadores cuánticos de primera generación. Según IBM su rendimiento será más alto que el de los chips que lo han precedido y se podrá conectar con más facilidad a otros procesadores cuánticos equiparables para trabajar en paralelo.
Además, la arquitectura IBM Quantum System Two resolverá el escalado, la electrónica de control y la infraestructura de cableado criogénico de alta densidad. El tercer componente será el middleware, que es el conjunto de herramientas de software que se responsabilizará de administrar la carga de trabajo con el propósito de repartirla de forma óptima entre los superordenadores clásicos y cuánticos que formarán parte del superordenador cuántico-céntrico.
IBM pondrá 100 millones de dólares a disposición de los centros de investigación que le ayudarán a desarrollar las innovaciones necesarias. Si todo va según lo previsto este ambicioso ordenador cuántico podría resultar muy valioso en algunas áreas científicas que tienen un potencial enorme, como son el diseño de nuevos materiales, la comprensión de algunas reacciones químicas y el conocimiento detallado de determinados procesos moleculares. En la práctica podría ser utilizado, entre otros fines, para desarrollar nuevos fármacos.
Además, cabe la posibilidad de que esta máquina cuántica tenga la capacidad de enmendar sus propios errores, un hito que, si finalmente llega, marcará un punto de inflexión muy profundo en el ámbito de la computación cuántica. De algo podemos estar seguros: durante la próxima década vamos a ser testigos de los mayores avances de la historia de la computación.